Cuando la vergüenza se nos fue…

Tomas-1Tomás Bermúdez Izaguirre

  La vergüenza es una sensación humana, de conocimiento consciente de deshonor, desgracia, o condenación. Un estudioso le llama a la vergüenza “la emoción que nos hace saber que somos finitos. Su sinónimo ignominia (del latín ignominia, cuya etimología remite a la “pérdida del nombre” -de in-nomen, “sin nombre”-) da a entender el efecto de una acción deshonrosa o injusta, términos de los que es sinónimo. La XXI edición del diccionario de la RAE la define como una afrenta pública, en el sentido en que constituye una ofensa personal que queda a la vista de una comunidad que la condena unánimemente.

Por ello, la acción ignominiosa está relacionada con la desvergüenza y el deshonor de un individuo a quien las consideraciones morales le son indiferentes y que es consecuentemente objeto del descrédito general. Se suele emplear este término para denunciar una situación de injusticia, generalmente cuando se trata de la obra de un solo individuo que reúne cierta autoridad sobre una comunidad. La “pérdida” del nombre o algún atributo conmemorativo se ha visto históricamente manifestada como señal de ignominia.

En Roma, la damnatio memoriae (literalmente “maldición de la memoria”) se consideraba la medida más extrema para reprobar a los tiranos, como Nerón o Calígula. El procedimiento incluía el borrado de sus nombres de los edificios públicos y la remoción de cualquier efigie pública dedicada a su memoria, así como funerales de deshonra. La legislación medieval de las ciudades-estado de Italia prescribía ejecuciones “en efigie” de los criminales públicos más notorios, así como la descripción de sus delitos y su retrato en lugares establecidos, como las murallas de una ciudad.

Del mismo modo, el “afeamiento” público de la conducta ha sido tradicionalmente identificado con un afeamiento físico, y así es como se interpretan las mutilaciones de brazos, ojos y miembros diversos, las marcas con que se distinguía a los diversos criminales o a los acusados de colaboracionismo con el enemigo en tiempos de guerra. Provocar vergüenza es una técnica común de agresión relacional. Suele darse en el entorno laboral, como una forma encubierta de control social o ataque.

En este contexto suele combinarse con sanciones, “ninguneo” o el ostracismo, podemos inferir que este VALOR se sigue perdiendo en la plutocracia que vivimos, (Plutocracia (del griego, ploutos ‘riqueza’ y kratos ‘poder’) es una síntesis crítica que se hace a la democracia, al sufragio universal y al parlamentarismo, pudiendo enunciarse como un sistema de gobierno en el que el poder lo ostentan quienes poseen las fuentes de riqueza). ¿O conoce a un político pobre?… Hasta en la mitología griega, Anaideia es el nombre dado a la personificación de la desvergüenza, la provocación e irreverencia.

No se asusten compañeros, este problema ya es muy viejo, tan viejo y tan vetusto como la mitología helénica, el problema es que estamos llenos de “Anaideios” pululando la administración pública, que hasta nos han dejado sin metro, sin medicinas para el seguro popular donde la gestión de obra cuesta un “moche”, contaminando a la alta aristocracia de sangre azul, la revolucionaria y la chinaca popular,

Y sin embargo a lo lejos se escucha el gemido y llanto de la patria en el valle del Anáhuac, increpando tan impresionante como el grito que lanzaba la doncella cuando el sumo sacerdote con su cuchillo filoso de pedernal iniciaba la toracotomía medio-esternal, para extraer el corazón para ofrecérselo a Huitzilopochtli al término del «Quinto Sol» (Nahui Ollin) ya que se corría el riesgo de extinguirse para siempre, y la tierra de ser dominada por seres de la noche y además servía también a una estrategia de dominación: garantizar los privilegios de las clases dominantes. Y se escuchaba en todo el valle: ¡Hasta cuándo! Ex ore parvulorum veritas “La verdad sale de la boca de los niños”.

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